Una aureola de misterio ha envuelto siempre a las geishas,pero los tiempos modernos están acabando con esto.Su oficio es una de las tradiciones japonesas que corre mayor peligro de extinción.La culpa es de la crisis que azotó Japón en los años noventa y del cambio de sensibilidad social respecto a una carrera que comporta largos y duros años de aprendizaje desde la adolescencia,y que incluye danza,canto,y dominio de la ceremonia del té,del maquillaje y del vestido del quimono,que puede llegar a pesar más de diez kilos.
Los quimonos son atuendos que cuestan alrededor de 10.000 euros,los que provocan que las geishas acaben buscando financiadores,muchas veces a cambio de favores sexuales.
Una sesión con una geisha puede costar más de 3.000 euros y,al contrario de lo que se puede pensar,no incluye relaciones sexuales.
La disciplina que requiere la formación ha provocado una crisis de vocación y muchas "maiko",aprendices,abandonan a mitad de camino.
El maquillaje blanco en rostro y cuello es lo que distingue a las geishas que se pueden ver por Kioto de las otras mujeres que,por razones diversas,se visten esporádicamente con quimono.
Tokio ha abierto la moda de sesiones abiertas a los turistas con geishas como forma de supervivencia y de rentabilizar la inversión de años en formación.
Décadas atrás era casi imposible que un occidental pudiese llegar a estar presente en la actuación de una geisha,que reservaba sus servicios para los hombres de negocios que hablaban japonés.
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